Vives una vida aburrida y gris, hasta que de repente, al fin te das cuenta cuál es tu misión asignada por Dios aquí en la tierra. Y una vez que despiertas, que tus ojos se abren y tu espíritu decide obedecer, es demasiado tarde para guardar silencio y permanecer inmóvil. La indiferencia ya no es una opción, porque tienes una causa que te quema por dentro. Habrá puertas que golpear, planes que trazar, sacrificios que realizar, sueños por cumplir y deberás tener las agallas para hacer oír tu voz a pesar de los detractores o quienes no estén de acuerdo contigo. No hay nada malo en ello. No me da pánico la oposición. No me da pánico la incomprensión, los puntos de vista diferentes ni las opiniones opuestas. Me aterra mucho más la inercia que pudiera llevarme a acallar mi conciencia y perderme en el mar de la indiferencia. Tal vez hasta sea necesario dar tu vida por esta causa, pero siempre valdrá más la pena el atrevernos a defender una bandera, que ser consumidos por la excusa de que “alguien más lo hará”. Descubre tu misión y pelea por ella.