Dicen los psicólogos que el bichito del amor comienza a picarnos aproximadamente entre los 10 y 16 años de edad. Es esa etapa en la que se empieza a despertar una curiosidad especial por el sexo opuesto. Ahora, déjanos ser bastante sinceros en esta etapa. Imagínate que a esta edad, ni siquiera has terminado de desarrollarte física, mental, ni emocionalmente. Así que si lo evaluamos desde ese punto de vista, sería demasiado arriesgado intentar llevar adelante una relación de noviazgo con alguien más, cuando ni siquiera me conozco lo suficiente a mí mismo. Sé decirle a mis chicas que se tomen todo el tiempo que sea necesario para conocerse y aceptarse antes de entablar cualquier relación con un chico.
Esta es una etapa fenomenal para ser un “poquito egoísta” y dedicarte a tus proyectos, amigos, estudios, salidas, diversión, familia y ¡tantas cosas más! Mientras más maduro llegue cada uno al noviazgo, más fácil y llevadera será la relación.
Aprende a conocerte desde lo más básico hasta lo más complejo. Descubre qué te gusta, con qué tipo de personalidad te llevas mejor, cuál es tu temperamento (que dicho sea de paso todavía en estos años se está formando), dedícate a descubrir tus hobbies, para qué eres bueno, conoce a mucha gente y hazte todos los amigos que te sea posible. Así vas a poder tener una idea general de cómo quisieras que sea esta persona que te acompañará en la aventura de la vida.
Tus amigos y tu entorno serán clave en este tiempo porque muy posiblemente de allí vayas a conocer a tu futuro novio. Entonces tendrás que dedicar tiempo a conocer el tipo de gente que puede influenciarte positivamente y acercarte a Dios. Cuídate de las compañías que te meten en problemas o todo el tiempo te presionan para hacer cosas que no quieres hacer. Involúcrate en tu grupo de jóvenes, relaciónate con chicos y chicas que compartan tu pasión por Dios, que tengan valores y principios afines a los tuyos.