Por lo general, la mayoría de la gente desea tener una personalidad que no posee y diferente a la que Dios le ha dado. Amiga, no hay personalidades buenas o malas. Más bien, podemos decir que la personalidad es neutral; es decir, lo que nosotras hacemos con nuestra personalidad es lo que determina si es buena o mala, si constituye una fortaleza o una debilidad para nosotras.

Los expertos todavía no se ponen de acuerdo sobre una definición del concepto de personalidad.

Algunos enfatizan más lo externo, otros lo interno. Sin embargo, encontré esta definición que me encantó y que quiero compartir contigo. La tomé de un material excelente llamado Descubre, escrito por Jay McSwain: La personalidad es la forma y la expresión de rasgos emocionales que definen quiénes somos y qué hacemos.

Dios nos equipa al nacer con los rasgos y características internos de nuestra personalidad; mientras que el medio ambiente, las circunstancias y las expectativas de los demás forjan las características externas. Tanto lo interno como lo externo influencian y moldean nuestro ser, nuestra forma de actuar y nuestras acciones.

De modo que podríamos decir que Dios nos dio una personalidad al nacer y ha utilizado nuestro medio ambiente, las circunstancias y las expectativas de los demás para moldearla hasta convertirla en lo que es ahora.

Lo más importante es que descubras esos rasgos de tu personalidad que no te ayudan en tu comunicación con los demás y tu servicio a Dios, para que así comiences a trabajar en ellos y a sacar provecho de tus debilidades. Poner nuestra vida diariamente en las mejores manos, las de Dios, constituye un ejercicio excelente para tener una personalidad con características balanceadas y que bendiga a los demás.

Gran parte de los conflictos que vas a atravesar en tu adolescencia y juventud pueden atribuirse a la diferencia de personalidades, de modo que debemos aprender a trabajar con la diversidad, porque al fin y al cabo las personalidades diferentes se complementan entre sí.

Me encanta el hecho de que en la Biblia podamos encontrar diferentes personalidades, ya que eso significa que Dios puede usarnos independientemente de cuáles sean nuestros rasgos de carácter.

En el caso del apóstol Pablo, vemos que era decidido, audaz, no se desanimaba fácilmente, tenía poca tolerancia ante los errores y estaba convencido de que el fin justificaba los medios. No obstante, también encontramos a Pedro, un hombre impulsivo, inspirador, influyente, curioso, optimista y a quien le encantaba ser el portavoz. ¿Y qué hay de Bernabé? Un mediador, paciente, tolerante, pacificador, algunas veces indeciso, pero listo para consolar a los demás. Y como si fuera poco, también encontramos a Moisés, un hombre leal, analítico, planificador, inseguro y de baja autoestima. Si Dios se las ingenió para escoger y usar a estos hombres, y pudo ser glorificado a través de sus personalidades, entonces hay esperanza para nosotras, querida amiga.

A fin de obtener mayor claridad y conocimiento sobre este tema, te invito a que estudies algún personaje bíblico que se asemeje a tu tipo de personalidad, de modo que puedas descubrir tus fortalezas y debilidades para trabajar en ellas. Esto también te permitirá ver cómo Dios se relacionaba con este personaje y de qué manera él se relacionaba a su vez con los demás.

A continuación, escribe a modo de resumen algunas características de tu personalidad:

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Como decía una gran mujer a la que admiro mucho: ¡Donde hay gente, hay problemas! Si llegamos a conocer a fondo esas características que conforman nuestra personalidad, nos será mucho más fácil relacionarnos mejor con los demás, comprenderlos y entender el plan de Dios para nuestra vida y dónde nos quiere usar. Recuerda que fuiste diseñada con la personalidad con la que Jesús quiere usarte.

«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones». Jeremías 1:5