Podríamos definir a nuestros hermanos y hermanas de sangre o adoptivos como esas personas indispensables a nuestro lado que no escogemos, sino que Dios eligió para nosotros. ¡Tremendo! Es como si Dios hubiese pensado: «Carina, yo creo que el complemento perfecto para tu niñez (y en realidad para toda tu vida) es un hermano varón, mayor que tú, con quien puedas jugar, reír y compartir tu vida». Entonces diseñó a Silvio, mi único hermano. Aunque, como él es el más grande, seguramente el pensamiento de Dios fue al revés: «Silvio, creo que necesitas una hermanita más chiquita, colorada, con pecas y muy parlanchina para compartir tu niñez, divertirte… ¡y aprender a tener mucha paciencia!». Y ahí aparecí yo en escena.

Bueno, podría haber sido algo así. Me gusta imaginarme lo que Dios pensó cuando planeó cada familia.

¡Y ni hablar de lo que se sentirá al tener un hermano gemelo o mellizo! Esta debe ser una experiencia increíble. ¡No obstante, ya sea que te haya tocado tener muchos, o al menos un solo hermano como a mí, disfruta de ellos!

No podemos negar que hay momentos de peleas, berrinches, algo de celos y competencia entre hermanos, pero si cualquiera de las circunstancias que estás atravesando con tus hermanos o hermanas llega a quitarte la felicidad y privarte de disfrutar de la vida, hay algo que arreglar.

Te animo a que te esfuerces para mejorar la relación con esta o estas personas que te acompañarán por el resto de tu vida.

Si las cosas han pasado a mayores, las discusiones han subido de tono y los rencores están a flor de piel, creo que uno de los dos (por lo general el más sensato) deberá tomar la decisión de reparar la relación.

El primer paso para perdonar es desarraigar el egoísmo. Si pensamos primero en dar, si ponemos primero a los demás que a nosotros mismos, nos será más fácil perdonar. La falta de perdón es como un veneno silencioso que nos destruye por dentro.

Piensa que tu buena relación con tus hermanos de sangre o adoptivos le brindará a tus propios hijos relaciones saludables con sus tíos y primos.

¡Exprésales tu amor! No sé si te habrá sucedido, pero con frecuencia nos resulta más difícil expresarles abiertamente nuestro cariño a las personas que más cerca tenemos. Es como si lo diéramos por hecho y nos costara un montón sacar de nuestra boca un «te quiero», «te aprecio», «te admiro» y hasta un «te amo».

Como dicen los viejitos llenos de sabiduría: «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy». Exprésale a tu hermano o hermana de sangre o adoptivo cuánto lo amas.