Amiga, en cada etapa de la vida nos toca resolver problemas. Claro que cuando eras una niña quizás el problema más grave que tenías era que algún juguete se había roto, o que tu amiguita se había peleado contigo, o que no te gustaba la comida que te había preparado tu mamá, o que no querías ponerte tal o cual ropa. No obstante, a medida que vas creciendo, te das cuenta de que en realidad lo que hace unos años era un «terrible problema» ahora ha pasado a ser un simple recuerdo insignificante. Sin embargo, en el momento en que nos toca enfrentarnos con cierta situación, parece que nuestro mundo estuviera por derrumbarse.

En la adolescencia y la juventud también vas a enfrentar problemas y situaciones que resolver. Quizás te toque experimentar una falta de seguridad, una búsqueda de identidad, dificultades económicas o problemas para relacionarte con los demás, entre muchas otras cosas. La buena noticia es que no estás sola, querida amiga. Y si hasta ahora pensaste en encerrarte y resolver estos problemas sola, quiero decirte que esa no es una buena idea.

Como dice el refrán: «Una carga compartida es media carga». No tienes por qué enfrentar tus problemas sola. Mira estas palabras tan reconfortantes que se encuentran en la Biblia:

«A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra». Salmo 121:1-2

Siempre podrás acudir a Dios. El está ahí para escucharte, consolarte, guiarte y ayudarte a salir adelante en los momentos difíciles. Dios te habla de muchas maneras. Puede hablarte a través de la Biblia, puede hacerlo con pensamientos que van directo a tu corazón, y también a través de la gente que está a tu alrededor. No dejes que los problemas te aíslen y destruyan. Busca amigos y amigas reales, personas de confianza a las que puedas acudir para que te ayuden a salir de esos momentos de crisis. Mira qué interesante consejo nos da la Biblia:

«Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros». Proverbios 11:14

Claro que enfrentarás momentos de duda, confusión y aflicción, pero te animo a que busques a esas personas especiales que puedan guiarte y tomarte de la mano durante ese tiempo. Quizás esos buenos consejeros y confidentes puedan ser tu papá o tu mamá, quizás algún familiar, alguna amiga o amigo de confianza, o algún líder espiritual que ore a Dios contigo y sepa escucharte. Lo peor que puedes hacer en medio de un problema grave es encerrarte y esperar que pase. ¡Busca ayuda! No te quedes sola. No hay necesidad de pasar por esto en soledad. Ya verás que con el simple hecho de abrir tu boca y contar lo que te está pasando sentirás un gran alivio. Esas personas sabias que Dios pone a nuestro alrededor pueden ver lo que nosotros no vemos y guiarnos hacia la salida. En lo personal, Sergio y yo tenemos a nuestra familia y amigos de confianza a quienes acudimos en los momentos difíciles. Créeme que ellos han sido una pieza clave para levantar nuestro ánimo y aconsejarnos con amor.

¿Qué situaciones difíciles estás enfrentando hoy?

¿Cuál es el problema más grande que te quita el sueño por las noches?

¿Cuál es ese «pero» que no te permite disfrutar de una completa felicidad?

Dedica unos minutos a identificarlo, y cuando ya lo hayas logrado, te invito a que hagas esta oración junto conmigo:

Dios, hoy me acerco a ti como tu hija para presentarte este problema que me está afligiendo. Sé que tú eres un Padre bueno y que puedo confiar en ti. Te pido que tomes esta situación en tus manos y actúes a mi favor. Tú puedes hacer lo que yo no puedo, por eso te pido que intervengas. ¡Gracias por escucharme siempre! Me mantendré expectante a fin de ver tu poder en este asunto. Amén.